miércoles, 24 de febrero de 2010

La Piedra


Al dar la vuelta al Cerro del Olvidado, encontré en un recodo del camino al niño que había dejado justo allí cuarenta años atrás. Lucía una barba larga y canosa, su ropa eran andrajos, la piel tostada, las rodillas flacas y en sus ojos se veía el cansancio de los años. Estaba parado frente a la gran piedra, en trance, murmurando desde sus dientes sucios, una y otra vez "ábrete sésamo", pero la piedra no se abría.

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