miércoles, 24 de febrero de 2010

La Piedra


Al dar la vuelta al Cerro del Olvidado, encontré en un recodo del camino al niño que había dejado justo allí cuarenta años atrás. Lucía una barba larga y canosa, su ropa eran andrajos, la piel tostada, las rodillas flacas y en sus ojos se veía el cansancio de los años. Estaba parado frente a la gran piedra, en trance, murmurando desde sus dientes sucios, una y otra vez "ábrete sésamo", pero la piedra no se abría.

sábado, 6 de febrero de 2010

La ventana


Se me van las tardes encerrado en estas paredes
viendo las sombras afiladas al contraluz 
e imagino el sol rebotando en el pasto verde.
Veo el movimiento silencioso de las hojas 
a través de un ventanal que no da a la calle
si no a un patiecillo de luz insondable
conocido solo por la miscelánea
y casi puedo imaginar el viento pegando de frente

La tarde poco a poco remite
vuelca la luz toda su fiesta
y yo sigo aquí
viendo anochecer bajo la luz estática del fluorecente
esperando terminar mi artículo antes de lo previsto
y que no me manden a sentar de nuevo frente a la máquina
a escribir una nota de última hora,
para poder salir a la noche
y andar un poco por la ciudad antes de dormir.

Sin embargo, a la vez me voy con la esperanza 
de tener mañana esta máquina al frente,
y escribir de nuevo
para ganarme el sustento de cada día
aunque ese sustento me sirva solo
para sentarme otra vez frente a esta máquina
y escribir de nuevo cosas que no leo
mientras el día se consume
y llega la tarde 
y afila con sus luces vespertinas
el rostro mudo de la ciudad
y el sol rebota sobre las aceras
y el viento pega de frente, levanta una enagua, 
desarregla un peinado, lanza un globo al espacio
qué sé yo.
y sigo escribiendo.